El último baile de Jim Morrison

Una pareja venida desde otro tiempo y otro lugar deja una rosa roja en la tumba de Jim Morrison. Y luego sigue su camino por Père-Lachaise, más concurrido esos días en los que se cumple medio siglo de la llegada de su mito más hermoso.

Hay una vela encendida para demostrar que la llama que prendieron Jim y los suyos hace ya un montón de tiempo sigue ardiendo. Todo esto casi coincide con la gesta de cuatro chavales italianos, que con su descaro la acaban de liar en el Festival de Eurovisión.

Aquella noche Måneskin abre los ojos a una audiencia idiotizada. Es un milagro salvaje que nos devuelve a los tiempos en los que la música era algo muy importante para la vida de la gente.

En Père-Lachaise se escucha una carcajada. Procede de la tumba de Jim Morrison, pero ahora nadie puede escucharla. Es de noche y las puertas del cementerio están cerradas.

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