Phil Collins ¿genio o pelmazo?

En los años ochenta Phil Collins era un personaje imprescindible. Por eso uno se lo encontraba en cualquier lugar: tocando la batería (y cantando) con Genesis; grabando discos como cotizado productor internacional; publicando como solista un éxito tras otro; protagonizando películas y bandas sonoras…

Phil Collins tenía la capacidad de conectar con públicos amplios. A la gente le encantaban sus canciones, su sonido, su manera de cantar y de tocar la batería…y su cercanía. Phil era una superestrella con el aspecto de tu cuñado, tu amigo del pub de la esquina o tu vecino de la puerta de al lado.

Pasaron los años y aquella asombrosa popularidad se fue agotando. La estrella de Phil Collins se fue apagando al tiempo que sus problemas de salud le apartaban de los escenarios. De pronto un tipo de su currículo pasó a ser considerado un producto típico de la parte más superficial los años ochenta.

La situación llegó a tal punto que Phil Collins tituló «Aun no estoy muerto» la biografía que publicó hace seis años.

Por entonces reeditó sus exitosos álbumes en solitario, aquellos en los que su rostro ocupaba toda la portada -luego le llamaron pelmazo por eso-. En una decisión discutible cambió su cara de entonces por la de ahora. Pero pese a las arrugas esos discos suenan bien en sus vinilos remasterizados. Especialmente «Face Value», su debut en solitario. Y cuando se escuchan trompetas Phil vuelve a brillar como en sus mejores tiempos.

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