
Mi teléfono me había preparado esta mañana una sorpresa: una lista de canciones hecha especialmente para mí.
Camino al trabajo le di al play, preparado para escuchar una sucesión de canciones sin orden ni lógica. Quienes disfrutáis haciendo listas sabéis bien a qué me refiero.
Y ahí estaban algunos de mis artistas favoritos. Desde los más célebres -los Beatles y los Kinks, pasando por Bowie, Queen y Tom Petty-, a otros menos famosos -Prefab Sprout, Teenage Fanclub, Elliott Smith- pero también queridos; hasta llegar a mis favoritos minoritarios -Dropkick, The Deadbeat Poets, Diamond Hands…-.
Una combinación equilibrada y ultrapersonalizada de artistas que me define perfectamente. Pero lo más sorprendente es el orden de las canciones de la lista: yo mismo, en mis momentos más inspirados, podría haber hecho esa mezcla de temas.
Iba a escribir en Viniland sobre esta experiencia musical, pero cuando entré al blog me di cuenta de que mi ordenador ya lo había hecho por mí. Luego, al regresar a casa, me encontré con una versión mejorada de mí mismo sentada en el sofá escuchando mis/sus vinilos favoritos. «Todo aquello que os dijeron sobre las máquinas era verdad», me dijo.