El último período de esplendor del Reino Unido fue la década de los años sesenta del siglo XX, cuando su música invadió el mundo con una generación irrepetible de artistas.
Conviene recordar que esa fabulosa generación nació inspirada por otra invasión, la de la música procedente de los Estados Unidos. Los discos de blues y rock llegaban en barcos que atracaban en puertos como el de Liverpool. En aquella ciudad había un grupo de chicos que aprendió el oficio en los clubes de Hamburgo, Alemania.
La opinión de un atajo de irresponsables se ha impuesto hace poco en un referéndum para aislar del mundo al país de los Beatles, los Rolling Stones, los Kinks, los Who, los Small Faces, los Jam, Queen, Oasis…
Deberían saber dos cosas: la música -como tantas otras cosas- se salta las fronteras y es un poderoso antídoto contra la idiotez.