«Cuidado, chico, vigila tu estrella», le dijo el vendedor de sueños en una parada del camino polvoriento. Llevaba el casco aún puesto y no podía oír bien todas las advertencias que le hizo justo antes de que comenzara la tormenta.
Siguió su camino y, aunque encontró algunas cosas que merecían la pena, continuaba buscando aquel tesoro que se resistía. Y eso que llevaba consigo un montón de mapas.
Dejó de llover, el polvo volvió a cubrir el camino. Prosiguió el viaje y no se cruzó con nadie. Dio la vuelta cuando se percató de que ya había pasado por allí antes.
Al caer la noche regresó a casa. Había anochecido hacía un buen rato , así que miró al cielo para vigilar su estrella. Nunca lleves la contraria a un vendedor de sueños.
Luego cruzó la puerta de Viniland con «Blood On The Tracks» bajo el brazo, justo cuando empezaba a soplar un viento idiota y ya asomaba el otoño. Fue directo al tocadiscos y se tumbó en el suelo. No escuchaba muy bien la música. Pero es que aún llevaba el casco puesto.