Hace hoy cincuenta años que el mundo conoció una explosión creativa llamada «Revolver». Medio siglo después de la publicación del álbum, no nos cansamos de bucear en aquel universo de fantasía generado por los Beatles en Abbey Road.
Un grupo en permanente estado de ebullición artística completó un álbum pasmoso, un suculento compendio de música moderna, un tratado de imaginación sonora.
Es difícil encontrar una propuesta musical más completa en un solo disco. De la psicodelia seductora de «She Said She Said» y «And Your Bird Can Sing» hasta el clasicismo de «Eleanor Rigby» y «For No One». La balada definitiva -«Here, There and Everywhere»- y la experimentación más excitante -«Tomorrow Never Knows», y reivindicamos el trabajo de Ringo Starr-.
Y también la mejor infantil del mundo -«Yellow Submarine»- y la hipnótica fusión oriental -«Love You To»-. Hay de todo en estas catorce pistas, que arrancan con el trepidante «Taxman» y que contienen infalibles himnos de vitalidad como «Good Day Sunshine» y «Got To Get Into My Life».
Todo envuelto en esa portada tan rompedora de Klaus Voormann, el amigo de los tiempos de Hamburgo.
«Revolver» es el sonido de cuatro músicos saltando todos los límites conocidos hasta entonces. El equilibrio perfecto entre Lennon y McCartney; la explosión de Harrison como compositor -firma tres temas por primera y última vez en un LP de los Fab Four-.
Pero, como siempre ocurre con los Beatles, el producto final es mucho más que la suma de los cuatro. No estaban solos: tenían a su lado al impagable George Martin y a un muchacho llamado Geoff Emerick. Ambos eran capaces de plasmar en el estudio los sonidos que los Beatles escuchaban en sus cabezas.
Es cierto, no es muy original tener a «Revolver» como álbum favorito. Habitualmente se disputa con su sucesor, «Sgt. Pepper’s», el título de mejor LP de la historia. Yo no pienso ocultarlo: si fuera un disco, me gustaría ser «Revolver».