Tracey Thorn puso voz a algunos de los mejores momentos musicales de los años ochenta. Su asociación con Ben Watt en el dúo Everything But The Girl partió del jazz y acabó hallando una fama inesperada en los noventa con remezclas dance de sus canciones.
Después de toda aquella aventura, Tracey se retiró para formar una familia. Escribió un par de exitosos libros sobre su experiencia como cantante-compositora. Y ha editado algún disco en solitario.
Pero volvamos al origen de Everything But The Girl. Su primer álbum, «Eden», era prácticamente una rareza en 1984. En ese mundo de pompas de jabón llamaba la atención las canciones acústicas a ritmo de bossa nova interpretadas por una chica con el pelo de punta y una voz melancólica absolutamente personal. El chico también cantaba en algún tema; su voz recordaba a Chet Baker.
Treinta años después, «Eden» fue relanzado por Demon Records. Una hermosa edición en vinilo transparente y un sonido de primera. La tirada era de 1.200 ejemplares y todavía debe de quedar alguno.
Para quienes no escucharan nunca «Eden», el disco será todo un descubrimiento. Y los que lleven tiempo sin escucharlo se darán cuenta de lo bien que el tiempo ha tratado a uno de los mejores álbumes de su época. Un auténtico cinco estrellas.