El Álbum Blanco es un territorio para mí. Un lugar donde perderme durante tiempo indefinido, en el que puedo verme en los espejos mágicos de sus canciones en las diferentes épocas de mi vida. Creía conocer este lugar sonoro como la palma de mi mano, hasta que llegó hasta mí la versión mono publicada hace un año en vinilo. Me introduje de nuevo en sus surcos y aquellas canciones tan familiares no sonaban exactamente igual.
He estado escuchando desde entonces la colección en mono de los álbumes de los Beatles y tengo que confesar cierta perplejidad. Pensaba que la edición definitiva de la obra de los Fab Four estaba en aquella maravillosa caja negro de vinilos primorosamente publicados hace casi tres años. Pero cada vez tengo más dudas.
Ahora debería dar la razón a quienes recuerdan que los discos de los Beatles, hasta «Abbey Road», fueron concebidos y grabados en mono. Y afirmar que, al menos en el caso del Álbum Blanco, e incluso del «Sgt. Peppers», la versión definitiva es la contenida en la caja «The Beatles in Mono».
Me sigo perdiendo por el Álbum Blanco con frecuencia. Pero últimamente el billete a este viaje lleva otro número, el 9022903 que aparece impreso en la portada de mi vinilo en versión mono.