
Supongo que en los primeros surcos de la banda sonora de mi vida se escuchará «Aline». Es una de las primeras canciones que recuerdo; y con toda probabilidad la primera que escuché en francés. La cantaba un señor rubio que tenía un nombre raro, Christophe, que yo seguramente no sabría ni leer por entonces.
Cuando crecí acabé descubriendo que aquel «señor rubio» era en realidad joven veinteañero que hizo del amor de su vida un éxito mundial que no volvería a repetir jamás.
El disco en el que yo escuchaba «Aline» -un recopilatorio de «lo mejor» de aquel lejano año- se desintegró hace tiempo en casa de mis padres. Pero milagrosamente hace poco encontré una copia de ese disco en muy buen estado.
Ya nunca más me separaré de «Aline», que hoy ha vuelto a sonar para despedir a Christophe, mientras llovía sobre la playa.