Lleva cincuenta años sentado en el mismo lugar. Como un perro que espera inútilmente. Nunca volverá. Solo queda silbar aquella melodía, que nos dejó antes de estrellarse un día del frío diciembre.
Pasan los años y ahí sigue, sentado en el muelle de la bahía. Una escena congelada para siempre. El disco suena una y otra vez. Se marea de tanto girar. Mirando pasar el tiempo, mientras el sol se esconde.
Ahora es verano y la voz de Otis Redding vuelve a sonar entre el vuelo de las gaviotas y los barcos que nunca llegan. Se quedan clavados en el horizonte, lo mismo que aquél, míralo. Lleva cincuenta años sentado en el mismo lugar silbando el final de una canción póstuma.