Pasaron de poner a bailar a todo el mundo a dominar el mundo. A finales de los setenta, el guitarrista Nile Rodgers y el bajista Bernard Edwards se convirtieron en el fenómeno más trascendente de la música disco al frente de un grupo llamado Chic.
Entre tanto material liviano de la época, Rodgers y Edwards crearon un estilo propio que traspasó las discotecas. Mezclaron con elegancia su maestría como instrumentistas con violines y voces femeninas. La fórmula de Chic hizo historia.
Su segundo álbum, el apoteósico «C’est Chic» (1978), contenía material para incendiar varias veces las pistas de baile: «Chic Cheer», «I Want Your Love» y dos números uno que están entre las cinco mejores canciones del género: «Le Freak» y «Good Times».
La base instrumental de «Good Times» sirvió un año más tarde para crear «Rapper’s Delight», de Sugarhill Gang, el primer éxito de un nuevo estilo llamado hiphop. Nunca una línea de bajo dio para tanto: Queen la tomó prestada para facturar otro número uno, «Another One Bites The Dust».
Eran imitados hasta el extremo. Todos querían sonar como Chic. Nile Rodgers se convirtió en el productor más ocupado del mundo. En su incesante actividad fabricó el mejor disco de Diana Ross en solitario («Diana»); produjo en 1983 el mayor éxito comercial de David Bowie («Let’s Dance»); y un año después disparó la carrera de Madonna («Like a Virgin»).
Al contrario que tanta música de la era disco, los éxitos de Chic han resistido el paso del tiempo. La mejor manera de comprobarlo es escuchar la caja de vinilos que reúne los cinco maxisingles más destacados del grupo. La presentación es austera: los discos vienen sólo con su funda de cartón, sin portada; pero el sonido es estupendo y las canciones fantásticas. Normal que conquistaran el mundo.