¿ABBA?

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«Una rubia imponente pero mohína, una morena algo más descocada que casi siempre tenía pinta de acabar de hornear una tarta, y dos hombres -no chicos, hombres- que eran el vivo retrato del tío materno de los años 70».

Sí, son ellos. La mejor descripción de los componentes de ABBA que he leído jamás pertenece a Bob Stanley en su ensayo «Yeah! Yeah! Yeah! La historia del pop moderno». Publicado recientemente en español por Turner, el libro, que es un auténtico filón, dedica un capítulo entero a analizar el éxito planetario de un cuarteto sueco.

Y es que, acostumbrados a la supremacía de sus artistas en la música moderna, británicos y estadounidenses siguen sin explicarse que unos suecos se convirtieran hace cuarenta años en el grupo de mayor éxito comercial desde los Beatles. Pese a reconocerles talento, Bob Stanley atribuye su larga serie de números uno «a que trabajaban como mulas».

Personalmente detesto las canciones de ABBA que tienen títulos en español -«Chiquitita», «Fernando» y, sobre todo, «Hasta mañana»-. Podían llegar a ser (muy) irritantes, pero hay algunos momentos en su carrera que justifican su inmensa fama:

«Waterloo».- La aparición de esta canción en el vetusto Festival de Eurovisión de 1974 marcó uno de los grandes momentos de la cultura europea de masas del siglo XX. Un milagro.

«Dancing Queen».- Una perfecta canción pop. Nada más y nada menos. Hasta Elvis Costello ha reconocido la influencia en su obra de ese piano tocado a lo Rachmaninov.

«The Winner Takes It All».- Probablemente la mejor canción sobre la ruptura de una pareja interpretada por sus propios protagonistas: Agnetha y Bjorn. Anna-Frid y Benny  se habían divorciado antes.


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