Recuerdo el día que conocí al mayor Tom. Yo estaba aprendiendo a volar y soñaba con viajar un día al espacio. Y comprobar si había vida en Marte. Aún no sabía quién demonios era Ziggy Stardust. Pero cuando eres joven aprendes deprisa.
Me fascinó el vídeo en el que aparecía vestido de payaso. Siempre cambiaba de apariencia: mirábamos el póster de «Let´s Dance» y mi hermano repetía «algún día me haré ese peinado». Fui hasta Berlín y «Heroes» se convirtió en mi canción favorita. Qué portada. Aún tenía muchas horas de vuelo de instrucción por delante.
Miraba sus fotos y pensaba que ese tipo no era de este planeta. Y no, no lo era. Después de tantos discos juntos, un buen día desapareció. Creí que había regresado al espacio. Pensé ir a buscarle, pero no tenía mapa. Y seguro que él prefería estar solo. Volvió por sorpresa y trajo un regalo. Parecía que regresaba para quedarse, pero no. Su despedida me dejó un escalofrío. Yo no sabía que era una despedida. Nadie lo sabía.
Esta noche miro desde mi nave y veo la Tierra a lo lejos. La casete de «Changestwo» sigue sonando fatal. Aunque desconozco aún si hay vida en Marte, al final lo he conseguido: soy un Chico del Espacio. A veces siento mucho vértigo y me pierdo con facilidad, pero el mayor Tom logró enseñarme a volar.